miércoles, 19 de enero de 2011

Reviews Obsesivos




No se puede decir que haya sido un mal año en lo cinematográfico. Con cintas como Inception, Scott Pilgrim, Monsters o True Grit, lo cierto es que hablamos de un balance positivo. Lo mejor, sin embargo, llegó casi al final. Social Network fue inteligentemente promocionada durante todo el año como el más nuevo proyecto de David Fincher. Después de ese ente mitad amorfo, mitad pretencioso, que fue The Curious Case of Benjamin Button, había cierta incertidumbre en torno al siguiente trabajo de Fincher. Cuando me enteré que el argumento central sería 'la historia detrás de Facebook', no supe qué pensar. David Fincher, el tipo encargado de diseccionar secciones oscuras y recónditas del alma humana en cintas como Fight Club, Se7en o Zodiac, se hacía cargo ahora de algo que parecía una biopic posiblemente tendenciosa, un monumento al ego del tipo que estableció los parámetros por los que se ha regido la comunicación en internet de los primeros años del siglo XXI.

Me equivocaba rotundamente. Fincher, apoyado por un magnífico guión de Aaron Sorkin, deconstruyó a partir de la serie de demandas que se derivaron del caso Facebook, una historia acerca de adaptación y vínculos. Un argumento poderoso pasado por dos filtros claramente distinguibles: el planteamiento clásico del cine de Orson Welles que se establece en Citizen Kane y el impecable manejo de los diálogos. De esta forma, logra narrar una historia sin auténticos sobresaltos dignos de superproducción (es decir: la historia de Facebook está llena de intrigas, sí, pero no son grandes intrigas en el sentido más argumental y dramático de la palabra, sino dilemas comunes de traiciones y desalientos, dilemas casi adolescentes – algo obvio, tomando en cuenta la edad de todos los implicados -) sin que se vuelva nunca tediosa. El rebote constante de diálogos punzantes, veloces y directos me recuerda a los paneles de Brian Michael Bendis, el guionista de Ultimate Spiderman, quien suele llenar secuencias enteras de frases que encuentran su correspondencia exacta en la respuesta que aparecerá después de ellas, aunque con un tono irónico recrudecido e, incluso, cruel.



La ecuación escrita en la ventana es uno de los dos referentes a Citizen Kane (independientemente de la estructura, que podría decirse es el referente principal). Este, el primero, es tangible y físico: una ecuación matemática que desencadenará una serie de eventos que culminan en la separación entre Eduardo Saverin y Mark Zuckerberg. Al final, Zuckerberg recordará – antes de la fiesta del millón de usuarios de Facebook -, este diagrama matemático que dio origen a todo.

El segundo y más obvio referente es el 'refresh' del final. Más interesante que el anterior, por lo intangible y sin embargo común que nos puede ser a todos (cualquiera ha presionado F5 en algún momento de su vida), el 'refresh' de Zuckerberg a la página de Albright es el último indicio de humanidad que le queda al personaje (distingo aquí puntualmente la diferencia entre el Zuckerberg que vemos en pantalla y el real: no sabemos hasta qué grado el Mark Zuckerberg real es similar a su homologo del cine, por mucho basado en testimonios reales que haya. El personaje de pantalla es eso, un personaje de ficción, y como tal hay que tomarlo. No obstante, no puedo dejar de pensar en la imagen que tiene ahora el vox populli de Mark, aunque no creo que le termine de importar mucho), tal y como el Rosebud de Citizen Kane es el último resquicio de niñez e inocencia que habitaba el cuerpo del magnate Charles Foster Kane.



Así, Fincher es directo sin llegar a ser burdo: para Mark Zuckerberg, el personaje de ficción, hay un atisbo de redención posible, y está contenida en ese refresh. Si el trineo de Kane era la inocencia, el refresh de Zuckerberg es la posibilidad de amar. Ambos sustituyen (o ilustran) el concepto de redención. El final, no obstante no deja de ser irónico: por mucho add as a friend, baby, you're a rich man. Amable pero contundente.

El comparativo definitivo entre Citizen Kane y Social Network está en otro lado. Es de esta forma que leemos cómo la cinta de Fincher no es otra cosa que el update generacional de la de Welles. A diferencia de The Aviator, que era un abierto homenaje de Scorsese a la estructura inaugurada por Orson Welles (sólo que relatando la biografía de alguien más, alguien real), The Social Network narra con las herramientas del cine de comienzos de siglo XXI una historia propia de su tiempo. Social Network no homenajea: referencia. Hay una clara diferencia en esto, por supuesto. No obstante, al final , y detrás del discurso de la alienación, el aislamiento y la necesidad de aceptación, la posibilidad de redención, hay un mensaje sutil pero vital: el poder de la información y del manejo de la comunicación. Ambos magnates – Charles Foster Kane como directa metáfora de William Randolph Hearst y Zuckerberg como símil de ficción de su equivalente real – dominan el mundo a su manera gracias a que logran establecer los parámetros bajo los cuales la gente común se va a comunicar. Facebook estableció las formas bajo las cuales la interacción social sucederá en los próximos años, y por consiguiente, el flujo de información: su ritmo, sus modos, sus formas. Como dijo Ana Guerrero: 'Lo que en realidad me llamaba la atención de la película eran las afirmaciones en torno a Facebook: 'Será cómo la moda, no morirá nunca' o 'Vivíamos en cuevas, luego en ciudades: ahora, ¡viviremos en internet!'. Esas eran las cosas importantes'. Nunca menosprecien el poder de un hombre aporreando un teclado. Mark Zuckerberg y Charles Foster Kane nos han enseñado esto.


Luis Reséndiz fundador del blog La Petite Machine y colaborador de Nexos y Letras Libres regenteará desde ahora la sección Reviews Obsesivos en este blog.

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